Una deliciosa anécdota sobre Busoni y su perro Giotto.
Las memorias de Elias Canetti (“Historia de una Vida”), unas de las más celebradas del siglo XX, en su primer volumen “La Lengua Salvada” – joya literaria nunca lo bastante elogiada – recogen una anécdota deliciosa, que además alude a la relación de otro genio, el pianista y compositor Ferruccio Busoni, con Giotto, su divertido San Bernardo.
“A partir de la primavera de 1917 empecé a estudiar en el colegio cantonal de la Rämistrasse. El camino de ida y vuelta al colegio adquirió una gran importancia. Al principio del camino, inmediatamente después de cruzar la Ottikerstrasse, tenía siempre el mismo primer encuentro con un desconocido, que se me ha grabado. Un caballero con una hermosa cabellera blanca se paseaba por allí erguido y ausente, caminaba un corto trecho, se paraba, buscaba algo y cambiaba de dirección. Llevaba un perro San Bernardo al que llamaba de vez en cuando: “¡Dschoddo, ven con papá!”. Unas veces el San Bernardo se le acercaba, otras, se alejaba, y entonces era el papá quien debía ir a buscarlo. Apenas lo había encontrado lo olvidaba de nuevo y volvía a estar tan ausente como antes. Su presencia en esa calle bastante corriente era algo más bien extraño, sus repetidas llamadas hacían reír a los niños que, sin embargo, no se reían en su presencia, pues el señor tenía algo que impresionaba cuando miraba de frente, tan alto y altivo, sin reparar en nadie; se reían cuando llegaban a sus casas, hablaban de él o jugaban en la calle en su ausencia. Era Busoni, que vivía cerca en una casa que hacía esquina, y su perro, como supe más tarde, se llamaba Giotto. Todos los niños del barrio hablaban de él, aunque no lo llamaban Busoni, del que no sabían nada, sino “Dschoddo-ven-con-papá”. El San Bernardo les encantaba, pero aún más el hecho de que aquel atractivo anciano se autotitulara su papá.”
Elias Canetti, Historia de una vida, La Lengua Salvada, Galaxia Gutenberg, pp. 201-202