Resulta sorprendente que los perros no gocen de una buena consideración en la religión hinduista
Como señala Eckard Schleberger en su insuperable obra Los Dioses de la India: Forma, Expresión y Símbolo (Abada, 2004), a pesar de que el perro fue domesticado en India en la Antigüedad temprana, teniendo muy a menudo una función de guardián, el Hinduismo no es precisamente una religión amable para los perros. En ella, este animal aparece como un ser impuro. Es por ello, que no parece un acompañante ideal para sus deidades. De hecho, aquellas que se rodean de perros no suelen ser precisamente las que gozan de más popularidad.
Sin ir más lejos, dos perros infernales (Sabala y Syama) custodian la entrada al submundo, en el que gobierna Yama, el dios de la muerte. Sabala y Syama – provistos cada uno con cuatro ojos –, a su vez, son hijos de Sarama, la perra del rey de los dioses védicos Indra, que posee la función de mensajera y guardiana y que será considerada como la madre de todos los animales semejantes a los perros. El propio dios Siva, en sus formas iconográficas más tempranas, suele aparecer como un mendigo ascético rodeado por una manada de perros, que, en ocasiones, aparecen de pie sobre sus patas traseras, chupando la mano de la deidad, que cae sobre su costado derecho.
Sin duda, el papel subsidiario de los perros en la religión hinduista hace que reencarnarte en uno sea una de las peores opciones posibles… ¡Quién lo diría!