La mitología azteca tiene a un perro en el lugar decisivo de su inframundo
Los Xoloitzcuintles, guardianes aztecas de los espíritus, guían a las almas por el arduo camino por Mictlán, la ciudad de los muertos, ayudándolas a pasar el peligroso río que la atraviesa. Aquellas personas que han sido amables en vida con los perros, verán como su alma se sube feliz a lomos del Xoloitzcuintle y éste la llevará a salvo hasta el otro lado. Pero ¡ay de quienes, en vida, hayan tratado mal a los animales! ¡Y, sobre todo, ay de quienes hayan tratado mal a los perros! A esos, el Xoloitzcuintle les negará su ayuda y vagarán por siempre como almas en pena.
En su vida terrenal, los Xoloitzcuintles se asociaron siempre a Xolotl, el dios azteca – con cabeza de perro y hermano de Quetzalcóatl – señor del fuego, del relámpago, de la muerte, del oeste, de los espíritus, y de las estrellas de la tarde, a la vez que protector del inframundo. Con Xolotl, ellos también habrían de ser bondadosos si querían gozar de una muerte sin sufrimiento. Si el Xoloitzcuintle era de color negro, no serviría para llevar a las almas del otro lado del río, pues su color estaría señalando que ya se habría sumergido en él y que habría guiado a suficientes almas a su destino. Por el contrario, si el Xoloitzcuintle era blanco o muy claro, tampoco podría atravesar el río, por ser muy joven y no haber alcanzado la madurez suficiente como para lograrlo. Su decisiva tarea tan sólo podrá llevarse a cabo cuando su color es el gris jaspeado.
La sola existencia de los Xoloitzcuintles en la mitología azteca habla de un pueblo que sentía el valor trascendente de los animales y que los incorporaba de un modo decisivo a sus planteamientos éticos. Habríamos de tomar nota.
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