Disculpe, señor Vladimir, nosotros sí amamos la cultura rusa.
En lo que es ya un lugar común de su discurso, Vladimir Putin ha comparado a los «estados occidentales» con los nazis. Así, Europa y Estados Unidos estarían tratando de poner la vitola de Entartete Kunst (Arte Degenerado) a todas las manifestaciones de la cultura rusa. De ese modo, entiende que las cancelaciones de espectáculos de compañías rusas, como reacción por la agresión a Ucrania, es – en realidad – una “prohibición” de Chaikovski, Tolstoi, Ajmatova, Shostakovich, Gogol, Gubaidulina, Rachmaninov…
Que en “occidente” haya gente tan beocia como el propio Putin, que quiere derribar estatuas de Dostoyevsky, tan sólo es una muestra de que la estupidez y la maldad están bastante bien repartidas en este mundo, no que nuestra cultura pueda renunciar a la aportación rusa a la misma, que es inmensa, impagable e inextricable de nuestra propia naturaleza.
El legado de Rusia a la propia esencia de eso que todos denominan “occidente” está a la altura del de casi cualquier otro país, pero si con algo choca ese legado es, precisamente, con la cultura de la autocracia, de la agresión y de la violencia. Especialmente desde el siglo XIX, todos somos un poco rusos y, como tal, necesitamos que Rusia nos dé razones para sentirnos orgullosos de esa parte esencial de nosotros mismos. Desde Catanddogtank, queremos homenajear a esa Rusia a la que todos amamos, mostrando, a su vez, cómo muchos de nuestros y nuestras artistas y escritores favoritos han sido además unos grandes amantes de gatos y perros.