Gatos, seres humanos y biodiversidad
Cuando alguien te regala dos cosas, es sólo porque pensaba que una no era suficiente. Del mismo modo, cuando un trabajo científico aduce dos o más males a un mismo fenómeno es que la premisa de partida es acabar con él, no demostrar un aspecto negativo del mismo. Cuando un artículo científico trata de demostrar lo perniciosas que son las colonias felinas para la biodiversidad y además dice que también provocan enfermedades en otros animales y en los seres humanos… acabamos deduciendo que la hipótesis de partida no es «las colonias de gatos dañan a la biodiversidad” sino “las colonias felinas son dañinas per se para todo», lo que claramente apunta de forma implícita a “hay que acabar con ellas.” Los nazis no sólo trataban de demostrar científicamente que los judíos eran una raza inferior y nociva para la raza aria y que contribuía a debilitarla al mezclarse con ella, sino que además era una raza que se alimentaba de chupar la sangre a la alemana, que acababa con su cultura y con su economía, que asfixiaba a quienes trabajaban para ellos, que preparaba la revolución… y hasta que – después de todo – había matado a Jesucristo. No hace falta contar aquí las consecuencias de ese discurso. En realidad, los autores del artículo al que nos vamos a referir no lo ocultan:
“(…) es clave aumentar la conciencia social sobre los efectos perjudiciales que los gatos ejercen sobre la biodiversidad y la salud pública a través de una comunicación efectiva.”
Sin embargo, este artículo es sólo aparentemente científico. En realidad, cuando uno publica una opinión, en una revista científica, esa opinión acaba – como por arte de magia – convirtiéndose en ciencia. Eso ocurre con el artículo consultable en esta página , que además no se titula, “Colonias felinas y biodiversidad” sino “Las nuevas leyes no deben proteger a los gatos callejeros y sus impactos” ¡Menudo título científico!). En todo caso, el carácter político de ese artículo se percibe en que la premisa de la biodiversidad es, ante todo, un caballo de Troya para hacer cambiar la opinión de los defensores del medio ambiente contra las colonias felinas.
Para apoyar sus argumentos, se propone el gráfico siguiente:
Ahí podemos ver un grupo de gatos dignos de una pesadilla de Hitchcock (particularmente entrañable es el minino que juega con un cubo de basura digno de Don Gato, que será de alguna localidad donde no hay contenedores… por cierto, no conocemos ninguna en España). Por supuesto, esos gatos no comen roedores – y, por tanto, no contribuyen con ello a evitar la transmisión de las enfermedades que estos transmiten… – no… lo que comen son lagartos ocelados (o tal vez iguanas), murciélagos (ya les tocará a ellos, a su tiempo, por transmitir el arbovirus y la rabia…), ¡¡¡gaviotas!!! y ranas (no se ven ranas en las ciudades desde que éramos pequeños… debe ser por culpa de los gatos)… Transmiten, además, enfermedades a los linces y ¿a las panteras? (que luego – se supone que en los zoos – transmiten zoonosis a las familias), además de a los murciélagos (mismo icono dado la vuelta…), se hibridan con los gatos monteses, de cuya práctica extinción ya Félix Rodríguez de la Fuente acusaba a los que él denominaba “alimañeros” (señores con dos brazos y dos piernas) pero que, al parecer, ha de atribuirse a la hibridación con los gatos de las colonias.
Seres humanos acusan a gatos de acabar con la biodiversidad. Verdaderamente, da la risa… Está en los libros, que, en los últimos 50 años, la acción de los seres humanos ha sido la causa de la desaparición de unas 300.000 especies. Se calcula que, a finales del siglo XXI, habremos acabado con la mitad de las especies del planeta. Por otro lado, si bien resulta imposible cifrar el monto real de especies sobre la tierra, de las que conocemos a la perfección, las cifras de las que están en peligro de extinción por culpa de la acción humana son escalofriantes: el 12% de las aves, el 22% de los mamíferos, el 31% de los anfibios y el 30% de los reptiles. Cuando lo normal sería la extinción de un mamífero cada 400 años y de un ave cada 200, en los últimos 400 años, por culpa de la acción humana se han extinguido 58 especies de mamíferos (en lugar de 1) y 115 de aves (en lugar de 2). Y, precisamente, la mayor pérdida se está dando donde había más biodiversidad (como en la selva). Muchas especies, de hecho, desaparecen antes de ser descubiertas. De este modo, el ritmo actual de destrucción de los ecosistemas es el siguiente: cada década, la acción humana provoca una pérdida del 10%. Entre 1980 y 1995, se perdieron el 10% de los bosques tropicales (200 millones de hectáreas de bosque tropical). Para el 2050, puede haber desaparecido el 40%… ¡¡¡Y todavía somos capaces de decir que las colonias felinas están siendo una amenaza a la biodiversidad, cuando la gran mayoría de ellas se encuentra en entornos urbanos, donde el concepto biodiversidad es poco menos que una forma de hablar…!!!
Podemos entender que, en determinadas áreas naturales, algunas colonias felinas pueden ser un elemento distorsionador y peligroso para la biodiversidad, pero hacer una afirmación urbi et orbe contra las leyes que apoyan la existencia de estas colonias en las ciudades es una completa manipulación y una distorsión del foco ecologista. Desde Aldo Leopold hasta el Deep Ecology Movement sabemos que, por mor de la homeostasis, la naturaleza se autorregula. Así, la escasa biodiversidad de las ciudades también se autorregula. El único elemento imposible – hasta ahora – de incorporar es el ser humano, que aniquila sistemáticamente la biodiversidad, transmite enfermedades y pandemias por doquier y que, además, prolifera como muy pocos en nuestro planeta… No hay más que ver el montón de gente que firma ese artículo…