En su poema Gato que juegas en la calle (Gato que brincas na rúa), el inefable Fernando Pessoa, vuelve – como tantas veces – a la reflexión sobre la existencia, adoptando un aire profundo, que recuerda al del profeta Jeremías en sus Lamentaciones, (“Oh, vosotros, todos los que pasáis por el camino, Observad y ved si hay dolor como mi dolor…”, 1:12).
El poema habla de cómo, en su libertad, el gato vive una existencia completa, alejada de ninguna etiqueta, donde sentir es sólo un medio y no un fin, y donde la felicidad es parte de la esencia, una esencia que tampoco necesita de ninguna dirección para justificarse. Al parecer, todo lo contrario de lo que es capaz de percibir el poeta en sí mismo. Gato que juegas en la calle es una pieza profunda y con un inconfundible acento de saudade.
Gato que en la calle juegas
Gato que en la calle juegas
como si fuese en la cama,
envidio la suerte que es tuya
porque ni suerte se llama.
Buen siervo de las fatales leyes
que rigen piedras y gentes,
que tienes instintos generales
y sientes sólo cuanto sientes.
Eres feliz porque eres así,
toda la nada que eres es tuya.
Yo, al verme, estoy sin mí,
me conozco y no soy yo.
Fernando Pessoa. Enero de 1931 (Traducción de Carlos Ciro).