El complejo animal que somos
En medio del TAC de Valladolid, un Festival de Teatro y Artes de Calle hasta hace poco indiscutible y que ahora – en realidad, desde la pandemia – languidece inexplicablemente, si no en cuanto a público sí en cuanto a estructura y proyección internacional, siguen encontrándose joyas escénicas, que parecerían apelar aún a guardar una brizna de esperanza sobre el futuro de este evento cultural. Una de ellas, en esta 24ª Edición, ha sido Los Perros, de la compañía Led Silhouette y la dirección artística de Marcos Morau, con la matizadísima interpretación de Jon López y Martxel Rodríguez, que habla de la componente más animal, más profunda de las relaciones humanas, donde – dejado atrás el imperativo del lenguaje humano – los individuos despliegan un enorme catálogo de emociones recíprocas, indistinguibles ya de aquellas que experimentan animales como los perros. La tensión existe. Existe la empatía, el odio, el cariño, la pasión, el cuidado, el maltrato, la delicadeza, pero también la capacidad de transformación de unos gracias a los otros. Y cuando la existencia trasciende el trampantojo comunicativo convencional de los humanos, la pulsión y el sentimiento animal que los habita ocupa el centro de la escena y se sublima en el gesto, en el tacto, en el ladrido, en el tierno acercamiento al otro, sin prejuicios ni deudas ni engaños. Y, por encima de todo, la danza propuesta por Led Silhouette ofrece un nivel de complejidad expresiva que hace olvidar la pesada carga discursiva de los textos; y es como si L’Amica Geniale de Elena Ferrante pudiera ofrecerse en un arte maravilloso sin palabras. Una verdadera obra maestra.