La guerra siempre
Un soldado que entra en el jardín de una casa dispara tres tiros a bocajarro a un perro que acude feliz a su encuentro. El animal queda en el suelo fulminado mientras en torno se desata otra ola de terror, de destrucción, de ruina, de hambre, de dolor, de genocidio… El recuerdo de ese animal que paradójicamente sólo ha existido para todos nosotros en el momento de su asesinato, en una reedición de aquella escena única en la historia del cine, en Roma, Città aperta, en la que abaten – delante de su hijo – a Pina (Anna Magnani), que corre desesperada al ver que se llevan a su novio, se desvanece en el contexto del desastre inmenso derivado del odio atávico y la incapacidad para entenderse de las personas y los pueblos. No le falta razón a Rafael Doctor, protagonista de nuestra próxima entrevista, cuando se revuelve contra la idea de racionalidad humana, falsada a cada paso por los actos de esta especie tan decepcionante. Cada día que pasa, demostramos más fehacientemente que el gran animal irracional somos nosotros.
Y mientras tanto, al igual que en Ucrania y en tantos otros sitios hoy, nuestras páginas se tiñen de desasosiego y de angustia. En fin, la guerra otra vez. La guerra siempre.