Perros de Manuel Salvador Carmona
Antes de la posibilidad de la reproductibilidad técnica de las imágenes artísticas, de la que hablara como nadie el filósofo Walter Benjamin, las grandes obras plásticas sólo podían ser disfrutadas por unos pocos. Habría que esperar a Napoleón para comenzar con la democratización del arte, a través de la creación de grandes museos nacionales, en los que las obras que habían pertenecido a la nobleza o a la Iglesia, pasaran a formar parte de la cultura ciudadana y se convirtieran en visitables, inaugurando así, en cierto modo, el concepto de turismo cultural.
Antes del siglo XIX, sin embargo, la única forma que tenía el público culto de acceder a los tesoros generados por los grandes maestros, recluidos en los palacios y en las colecciones privadas, era el grabado, que tenía la doble condición de reproducción sintética de una imagen preexistente y de objeto multiplicable ad infinitum. Los grabados no sólo servían a la ilustración de libros de un modo sencillo y cómodo, sino que, al mismo tiempo, se convertían en reproducciones asequibles de obras únicas. En el fondo, en otras artes se dieron fenómenos parecidos… por ejemplo, hasta que la tecnología permitió reproducir la música, las grandes obras sinfónicas, a las que accedían únicamente los privilegiados, sólo podían ser conocidas por públicos más amplios, a través de las transcripciones pianísticas.
En estas fechas, y hasta el próximo 14 de enero, el Museo del Prado, alberga una exposición tan pequeña como interesante, titulada: “Del Lapicero al Buril”, que presenta un recorrido por algunos de los dibujos preparatorios a partir de los cuales se realizarían los grabados sobre las láminas de cobre, acercándose a la complejidad y a la grandeza de ese proceso, centrándose en las técnicas y procedimientos empleados desde mediados del siglo XVIII y principios del XIX, y recalcando cómo los dibujos preparatorios desempeñaron un papel decisivo en la comprensión de las obras copiadas por parte del grabador.
En la exposición, además del ineludible nombre de Goya, el gran protagonismo es para un autor todavía poco conocido, pero absolutamente genial, Manuel Salvador Carmona (Nava del Rey, Valladolid, 1734), que es, sin duda, uno de los maestros fundamentales de su tiempo en el arte del grabado. Desde Cat&Dog Tank, queremos homenajear también a este imprescindible artista, mostrando algunos de los perros que aquí y allá recogieron sus maravillosos grabados.