Un perro en Gladiator de Ridley Scott
Gladiator (2000) de Ridley Scott es una película que figura ya entre las más asentadas de los clásicos del cine contemporáneo. En ella, se recoge la profundidad, la aventura, la delicadeza, la fuerza, el movimiento, la plasticidad, el color, el guion y la soberbia interpretación de cada uno de los actores.
Hay una escena gloriosa, al comienzo de la película, en la que el general hispanorromano Máximo Décimo Meridio (Russell Crowe) entra en batalla con tribus germánicas, en los confines de las fronteras del Imperio Romano. Los germanos, que vitorean a su jefe, mientras este arroja la cabeza del emisario enviado a pedir la rendición, aparecen como una tropa abigarrada y ruidosa, frente a la silente y ordenada formación romana… una máquina a punto, casi infalible en términos militares. Quinto, lugarteniente de Máximo Décimo, le comenta que el enemigo debería saber que ya está vencido… a lo que aquél responde “¿Lo sabrías tú? ¿Lo sabría yo…?” En ese diálogo, se encapsula el núcleo argumental de la película: la resiliencia extrema del héroe, en situaciones donde todo, absolutamente todo, parece apuntar a que está vencido. El desarrollo posterior, en su conjunto, será una respuesta a esas preguntas. La conclusión al diálogo no podrá ser, por tanto, otra que el lema que encabezará la acción del protagonista: “Fuerza y Honor”.
Ahí es justo donde queremos poner el foco. Planteadas las preguntas, Máximo Décimo se enfrenta al arduo deber. Se agacha. Toma en sus manos un pedazo de tierra y se las frota con ella. Uno de los perros que acompañan a las tropas, le mira inquieto. Máximo Décimo huele la tierra que ha cogido, acompañado por un velo de violoncellos, que llena de dramatismo el momento. Entonces, levanta la mirada y, en un maravilloso plano contra plano desplegado bajo una mortecina luz azul, el perro y él intercambian una grave mirada de complicidad. Cualquier duda queda entonces disipada. En los ojos del perro ha encontrado la respuesta y todas las dudas anteriores se han resuelto. Se levanta, le da la mano a Quinto y dice: “Fuerza y Honor.” La sabia mirada del animal le ha hablado al alma del héroe, más allá de las palabras. Todo un poema visual en tan sólo unos segundos.
Aquí tienes la escena: