Postimpresionismos felinos
No es la primera vez que Gauguin aparece en nuestras páginas. De hecho, la primera entrada de Cat&Dog Tank, allá por mayo de 2020, se dedicó a uno de sus gatos, que dormitaba apoyado en la pata del billar de un café de Arlés.
En esta ocasión, traemos una obra de 1890, un par de años posterior a aquella. En ella, una niña de corta edad, Mimí, acaricia sin demasiado cuidado a un gato, que pese a todo se entrega paciente al cariño de la pequeña.
La impulsividad de la niña y el placer del gato se reflejan en la pintura con una asombrosa naturalidad. Tan sólo el respaldo de una silla, un tanto desproporcionado, alude a algo así como un escenario, que evita que la escena quede suspensa en el vacío, únicamente poblado de una mancha azul, que resalta lo muelle de la escena, haciendo aún más tierno el conjunto. “Mimí y su gato”, en gouache sobre cartón, resulta así totalmente incidental, como si fuera un apunte, condición esta que le libera al artista de rendir cualquier tipo de pleitesía al escenario, para concentrarse en la poesía del momento. Así, el gesto de placer del minino, queda como una imagen preciosa del dominio absoluto de Gauguin sobre la descripción formal de la psicología del animal.