Aullando a la luna
La última de las tres cartas del tarot Rider Waite, que vamos a visitar es otro de los arcanos mayores: La Luna. En ella, el satélite de la tierra deja ver dentro de sí un perfil humano bello pero duro, en ademán de oposición, de negación, de inflexibilidad. Todo lo demás se halla desprovisto de la forma humana. Dos misteriosas columnas, rematadas por un ventanuco superior, enmarcan un paisaje montañoso, a cuya mitad se abre un camino que se extiende desde el agua del primer plano hasta los confines de la cordillera. Un perro y un lobo o, tal vez, un zorro… aúllan o ladran a la luna, que deja caer jirones de su luz sobre el paisaje. En el primer término, en el centro, una especie de bogavante avanza del agua hacia la tierra.
Como ya hemos dicho, estamos ante el único arcano mayor donde no se representan personas. Todo en él es energía de la naturaleza… energía animal. En la carta de La Luna se despliega todo el potencial de nuestra naturaleza animal. La domesticada y la salvaje, la pacífica y la violenta, la previsible y la imprevisible. En el aullido a la luna, mientras levantan su cabeza, no obstante, los animales del interior humano parecen obedecer a un poder superior.
¿Hasta qué punto es nuestra vida un camino en el que luchamos por canalizar nuestras energías animales? ¿Hasta qué punto la razón ocluye nuestra animalidad y la oculta, como si no existiera? ¿Cómo, en la soledad de nuestra existencia, levantamos nuestros aullidos de dolor hacia Dios, hacia la naturaleza o hacia la razón, de forma desesperada?