La naturaleza nos ha dado dos oídos y una boca para enseñarnos que vale más oír que hablar
«Cuando lo encontré en el ágora, aún era comerciante y cínico. Acababa yo de destetarme forzosamente ante la avidez de mis hermanos y hube de buscarme los huesos por mi cuenta. Hay circunstancias que no podemos controlar -es el destino-, pero siempre podemos mejorar aquello que está al alcance de nuestras patas. Por eso, al oler su desamparo, creí que podíamos conectar y me acerqué a él».
«Moira[i] era de pelaje gris y morro blanquecino, de andares torpes por una malformación en la pata y tan solo un ojo en el rostro. Compartíamos higos, paseos por el puerto y calor mutuo en las frías noches. Cuando empecé a reunirme en el Pórtico Pintado del ágora, se tumbaba bajo la columna examinando atentamente al auditorio. Mis enseñanzas, nacieron de su ejemplo».
«Zenón fue mi presente. Un hombre sabio y austero que pronto entendió la ley natural que iguala a todos los seres, transmitiéndosela a los humanos, escuchándolos, trabajando con ellos y siendo justo, equitativo y tolerante. Con él, siempre tuve unas tripas para comer, ungüento para mi pata y un camino compartido que andar».
«Observando a Moira -desjuiciada e inalterable, pero siempre dispuesta a seguir adelante ante las adversidades-, comprendí que es inútil revolcarse en el dolor y la autocompasión. Que el único camino hacia la felicidad[ii] es la impasividad[iii], la imperturbabilidad[iv] del alma y una voluntad que esté de acuerdo con la naturaleza[v]; porque en esta, está la providencia, el destino, Moira».
«Cuando la vejez saturó mi cuerpo y empecé a ver la luz más potente del cosmos, Zenón estaba a mi lado, estoico. Supe entonces que había usado más sus dos oídos que su boca, y entendí que ya me podía ir».
[i] Moira- Destino, logos cósmico.
[ii] Eudaimonía- En la Grecia clásica, felicidad como finalidad.
[iii] Apátheia- revierte a una suerte de impasividad activa.
[iv] Ataraxia- estado de imperturbabilidad del alma
[v] Prohairesis– Voluntad de acuerdo con la naturaleza.