Reflexiones sobre la Ley de Bienestar Animal (II)
Allá por 2001, Michael McCormick explicaba en su libro Los orígenes de la economía europea: Viajeros y comerciantes en la Alta Edad Media (versión española en Ed. Crítica, 2005) cómo, frente a lo que suele creerse normalmente, la mercancía más importante de cuantas dinamizaron el comercio en la Alta Edad Media (en particular, en los siglos VIII y IX) fue el de los esclavos, frente a la idea extendida y compartida en los libros de texto que estudia nuestra juventud, de que con el fin del mundo antiguo, la esclavitud desaparece en favor del modelo feudal, basado en la servidumbre. Esa Alta Edad Media, heredera de Roma, de Bizancio y del mundo árabe, continuará comerciando con esclavos que atenderán las mansiones de los ricos, las tareas agrícolas y la organización militar. Este modelo seguirá activo en mayor o menor medida en el tiempo, hasta épocas relativamente recientes, en las que la población africana especialmente sufrió el azote del esclavismo para disfrute y deleite del mundo occidental, que ya jugueteaba abiertamente con los conceptos de libertad individual y de democracia, sin haberse desprendido de la lacra inhumana y, en términos de derechos, prehistórica de la esclavitud.
Nadie se engañe. Durante los miles de años de esclavismo, salvo excepciones, lo que hoy denominaríamos “opinión pública” no fue capaz de entender este abyecto fenómeno como un problema o como un motivo de turbación. Ya en el siglo XX, la perspectiva de muchos “alemanes normales” frente a la esclavitud de los judíos (estudiada de un modo muy descarnado por Daniel J. Goldhagen, en su imponente obra Los verdugos voluntarios de Hitler: Los alemanes corrientes y el Holocausto – Taurus, 1997 –) nos habla de cómo el sufrimiento de muchos seres humanos, resultaba transparente para personas educadas en el Humanismo, la buena literatura, la buena música y el buen gusto.
Algo muy semejante pasa con los animales; en muchos casos, asimilables a la condición de esclavos. El sufrimiento de los animales pasa, en líneas generales, completamente desapercibido a ojos de la gran mayoría de nuestra sociedad. La inhumanidad ejercida hacia nuestros compañeros de planeta tiende a no generar ningún sentimiento, ninguna reacción entre nosotras y nosotros. Esa indiferencia es el verdadero sostén de la iniquidad. Desde Cat&Dog Tank, tenemos la esperanza de que La Ley de Bienestar Animal, pese a ser incompleta, sesgada y timorata en buena parte de su enunciado, sirva al menos para empezar a clausurar esa fase de transparencia de la esclavitud animal; para condenar a tantas personas desalmadas que han atentado hasta ahora impunemente contra los animales y, sobre todo, para abrir la puerta a un proceso, que acabe incorporando a esta ley al conjunto completo del mundo animal. Queremos pensar que el fin de esta esclavitud animal se encuentra hoy un poco más cerca.