Recuperar la utopía navideña
Hay una pieza de cámara, para violín y piano, del genial compositor ruso Alfred Schnittke, que se titula Stille Nacht (Noche de Paz), que recoge las notas del célebre villancico, con un tono lánguido y triste, que poco a poco va tornándose fúnebre hasta que finalmente con unas terribles fermatas el violín acaba transportándonos a las sirenas de un bombardeo. Pocas obras de la postmodernidad musical reflejan de un modo más hondo la inmensa contradicción que hay entre nuestros deseos navideños de paz y la realidad que nos rodea. Guerras abiertas a unos pocos miles de kilómetros de aquí, guerras latentes, que amenazan con estallar en cualquier momento, millones de migrantes que huyen de esas guerras, de los destrozos del cambio climático o del hambre, ideologías que amenazan los derechos de las personas y que cada vez asumen más poder y un sistema comunicativo prodigioso, empleado apenas para trastornar a los jóvenes, fomentar el odio y alentar la segregación… Como diría Txubio, el gran actor de Zanguango, en una de sus producciones de teatro de calle: “La realidad es eso que siempre está ahí… y no mejora…”.
Resulta, por tanto, difícil ya encontrar esquirlas de ese espíritu navideño, a no ser en la ficción, particularmente en el cine, donde, como diría Aristóteles en su Poética, las cosas son a menudo, no como son sino como deberían ser. Tal vez sería bueno, estas Navidades, volver la vista a la increíble “bondad” humana y fijarnos un poco más en la inmensa bondad de los animales. Para recuperar la utopía navideña, basta con volver nuestra mirada a nuestros gatos y perros, a su amor incondicional, a su lealtad inagotable, a su pacifismo congénito.
Aprendamos por tanto un poco de nuestros peludos amigos, disfrutemos del receso navideño con mirada felina o canina y esperemos que nuestros deseos de felicidad para el nuevo año recojan un poco del gran libro de la filosofía animal.
Felices días a todos y a todas. Nos vemos en enero.