Llueven gatos

Los seres humanos no somos “únicos” y mucho menos “los únicos”. Como ocurre con el resto de las especies que viven en el planeta, hemos evolucionado en el tiempo, adaptándonos y rediseñándonos para sobrevivir. Ahora bien, caer en la tentación de pensar que nuestro cerebro más evolucionado nos hace superiores, es un error antropocéntrico, además de un sesgo biológico. La estructura ósea de los gatos o el sistema olfativo de los perros es, a nivel de importancia vital, equiparable a nuestra masa encefálica. Lo que quizás sí nos hace únicos sea el uso que damos a esta ventaja evolutiva. El ser humano es la única especie que pretende colonizar el mundo de manera intencional, se sirve de las demás criaturas explotándolas, y hasta es capaz de hacer extinguir alguna en beneficio propio.
En el suceso correspondiente al día 26 de julio en Los hijos de los días, Eduardo Galeano nos muestra con sinceridad descarnada las consecuencias del sentirnos únicos en un ecosistema del que solo somos una parte.
Julio 26
Llueven gatos
En la gran isla de Borneo, los gatos comían a las lagartijas, que comían a las cucarachas, y las cucarachas comían a las avispas, que comían a los mosquitos.
El DDT no figuraba en el menú.
A mediados del siglo veinte, la Organización Mundial de la Salud bombardeó la isla con descargas masivas de DDT, para combatir la malaria, y aniquiló los mosquitos y todo lo demás.
Cuando las ratas se enteraron de que también los gatos habían muerto envenenados, invadieron la isla, devoraron los frutos de los campos y propagaron el tifus y otras calamidades.
Ante el imprevisto ataque de las ratas, los expertos de la Organización Mundial de la Salud reunieron su comité de crisis y resolvieron enviar gatos en paracaídas.
En estos días de julio de 1960, decenas de felinos atravesaron el cielo de Borneo.
Los gatos aterrizaron suavemente, ovacionados por los humanos que habían sobrevivido a la ayuda internacional.
