«Al contrario que los perros, las personas son incapaces de amor puro y siempre mezclan amor y odio en sus relaciones objetuales»
–He vuelto a soñar con el perro. Era más grande, enorme, y tenía las fauces llenas de baba. Esta vez se acercaba hasta acorralarme y me gruñía sin cesar. ¿Qué opina?
–Es normal que en nuestro mundo onírico haya espacio para los demás animales. Suelen aparecer como una sublimación de nuestros deseos y temores. Y dígame, ¿qué ocurría a continuación?
–Yo me encogía progresivamente y aunque quería cerrar los ojos pensando que así el animal desaparecería, los acababa manteniendo bien abiertos por si me atacaba. Perdone, pero… ¿es necesario que esté ahí ese animal?
–¿Jofi? Puede estar tranquilo, es un chow inofensivo. ¿Le produce angustia?
–No. Quizás. No lo sé. Es que le estoy hablando precisamente de un perro y…
–Le contaré un secreto: Jofi es mi ayudante, es un can terapéutico.
–¿Para curarnos del miedo?
–Solo de alguna manera. El can con el que sueña funciona como un elemento de disparidad subjetiva y contención. Básicamente su Yo ha transferido la pulsión de miedo de un sujeto hacia otro. El perro es solo la representación de una herida latente en su psique. Dígame: ¿Qué tipo de relación ha mantenido con sus padres?
–Mi madre siempre ha sido una mujer tierna, dócil y dedicada a las tareas del hogar y la crianza de sus hijos. En cuanto a mi padre, justo antes de que él muriese, nuestra relación se había deteriorado profundamente. Siempre le había respetado, pero él no comulgaba con las decisiones que he tomado en mi vida.
–¿Cómo era usted de pequeño?
–Pues supongo que como todos los niños: me gustaba jugar, era cariñoso, curioso… Y también algo travieso. Recuerdo que saltaba el muro de mi casa para ir a correr y jugar con los perros de los vecinos. Ellos me hacían sentir como uno más.
–Los animales viven en un mundo instintivo en el que los humanos también nacemos, pero del que, por cuestiones sociales y culturales, nos acaban apartando. Ellos, a diferencia de los humanos adultos, muestran sinceramente sus necesidades y miedos: son sinceros. Nosotros, solo educados. ¿Cómo actuaban sus padres ante sus escarceos?
–Mi madre me amenazaba con decírselo a mi padre para infundirme miedo. Él directamente me acorralaba y me azotaba. Mire doctor, siempre le he querido –bueno, a los dos–, pero al tiempo los he odiado por no dejarme ser yo mismo… ¿Y ahora, por qué bosteza el perro?
–Porque el tiempo de la sesión ha concluido[1].
–Pensé que se aburría.
–Tranquilo; si necesitase algo, le aseguro que nos lo haría saber.
–Entonces, ¿qué opina?
–Que los animales son tan extraordinarios como nuestras mentes.
[1] Jofi, el perro de Freud, lo acompañaba en sus sesiones terapéuticas. Según testimonios de la época, el can había desarrollado un preciso sentido del tiempo que le hacía bostezar cuando la sesión debía terminar.