Una historia canina del Budismo Tibetano
Kukkuripa es un personaje importante en el budismo tibetano y mongol, siempre reconocible por su estrecha relación con los perros y asociado a ellos. Las tradiciones que hablan de Kukkuripa se sitúan en un contexto cultural en el que los perros son muy valorados, considerándoseles cercanos a los humanos en términos de reencarnación y, a menudo, vinculados a figuras religiosas de alto rango.
La historia más célebre alrededor de él comienza en la región de Kapilavastu, cerca del lugar donde creció el Buda Gautama, donde se dice que vivía un brahmán llamado Kukkuripa, que buscaba la iluminación, siguiendo un camino ascético, que le llevaba a subsistir apenas con las pequeñas limosnas que recibía en forma de comida. En uno de sus viajes, Kukkuripa se encuentra con una perra enferma y desnutrida, a la cual cuida y alimenta con lo poquito que recolecta. Así será como esta perra se convierta en su compañera fiel y empiece a vivir con él, en su cueva.
Después de doce años de introspección y práctica espiritual, Kukkuripa alcanzó, como era de esperar, una profunda sabiduría y conocimiento. Los dioses, impresionados por su logro, lo invitarán a disfrutar de los gozos celestiales, pero, a pesar de estar rodeado de infinitos placeres en el cielo, Kukkuripa se sentirá terriblemente atormentado por la preocupación por su perra, que se había quedado en el mundo de los humanos. Por eso, finalmente, decidirá regresar a la tierra para reunirse con ella, rechazando las maravillas de las que sólo disfrutaban las divinidades.
Sin embargo, a su regreso, descubrirá que la perra es en realidad la Dakini Iluminada Niguma, quien lo elogia por renunciar a los placeres celestiales movido por un ser al que todos consideran inferior. Y así, Niguma le ayudará a liberarse de los últimos apegos, de las últimas ataduras a este mundo, llevándolo a la iluminación suprema. Desde entonces, Kukkuripa es venerado como Guru Kukkuripa, el amante de los perros, y su historia se convertirá en un ejemplo de compasión y desapego.
La historia de Kukkuripa, más allá de su contexto doctrinal budista, resalta la importancia de la compasión y el amor hacia todos los seres y refleja el profundo respeto y valoración de los animales, en particular de los perros, dentro de las culturas tibetana y mongola.