Los caminos de la sensibilidad
No debemos de ser tan listos cuando aún no acabamos de entender algunos ladridos de nuestro perro ni algunos maullidos de nuestro gato. Han pasado diez mil años a nuestro lado y aún seguimos teniendo muchas dificultades para captar sus mensajes. El idioma que nos une, no obstante, no es ese que se parece al nuestro de voces y sonidos, sino el de las emociones, ése que no necesita palabras.
Algunas personas, no obstante, han llegado a comprender hasta tal punto lo que Baudelaire llamó “el lenguaje de las cosas mudas”, que se han convertido en mediadores y mediadoras de sus sufrimientos y de sus esperanzas, llevando la noción de humanidad un punto más hacia adelante.
Hombres y mujeres dedicados al arte, a la escritura, a la música, a la fotografía, al cómic… nos han brindado y nos brindan cada vez más caminos hacia una sensibilidad, a menudo atrofiada y lastrada por milenios de insensato y criminal maltrato.
Lo que empezó con el viejo Argos reconociendo a Odiseo, en el mismo origen de la literatura occidental, es hoy un nuevo clamor: que la cultura tiene en sus manos la imponente misión de promover el bienestar, la felicidad y la libertad de los animales.