Liebe, la gata de Erich Fromm

“El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos”.

«Los afectos animales –el equivalente al amor– constituyen fundamentalmente una parte de su equipo instintivo, del que solo algunos restos operan en el ser humano[1]. Dotado de razón, este no solo ha creado una sociedad adaptativa que trasciende la propia naturaleza que lo engendró; sino que también es consciente de sí mismo y de su soledad en compañía, de su desvalidez frente a lo que le rodea: de la angustia que conlleva su “separatidad”».

Esto es lo que reflexionaba cuando, a las puertas de la Universidad y merodeando entre los cubos de basura, me encontré a Liebe. Por la rapidez con la que se me acercó, supe que aquel ejemplar persa no era un animal feral. Teniendo que evitar, sin embargo, un par de zarpazos, conseguí introducirla en una caja y llevármela al despacho. Después de alimentarla, puse un anuncio y esperé.

«He logrado discernir cinco tipos de amor en relación al objeto amado: erótico, maternal, a uno mismo, orientado a la divinidad y fraternal. Obviando el primero –tal vez la causa de que Liebe estuviese embarazada–, pude vivirlos todos junto a ella».

Cuando Liebe dio a luz, comprobé el mimo con el que cuidaba y alimentaba a sus crías, pero también cómo les enseñaba a transitar por este mundo. Liebe se limpiaba asiduamente, se limaba las uñas y buscaba el alimento más nutritivo. Enseguida establecimos una relación fraternal en la que ambos respetábamos nuestras necesidades y tiempos, y nos dábamos cariño mutuamente. Incluso llegué a creer que yo era para ella su Dios, pero no era así. Su bien más deseable era el simple hecho de vivir, de experimentar, compartir y dar amor.

Cuando Liebe entró en mi vida, creía que todos los gatos profesaban un egoísmo inherente a su especie y que, por tanto, eran seres carentes de la posibilidad de amar. En poco tiempo, ella, compartiendo su bien más preciado conmigo, hizo que ampliase mi concepto del amor a todos los seres sintientes. Por eso, cada vez que le ofrezco un trozo de atún o ella viene a amasarme el vientre, soy más consciente de que el amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos.

Por fortuna para mí, nadie contestó al anuncio.


[1] De El arte de amar, pag.6

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