El imparable avance comunicativo frente la violencia contra los animales
La burla y el menosprecio han sido, desde tiempos inmemoriales, una forma de crítica particularmente arraigada en nuestro país; además de la negación de las razones del otro, tenían el premio de su abatimiento anímico y hasta de su desesperación. El ecologismo, el activismo animal, el veganismo han sido con frecuencia – y aún lo son en nuestros tiempos – el blanco perfecto de chistes y ofensas de todo tipo, bajo las cuales se ha ocultado – y se oculta – el rostro más siniestro del pensamiento reaccionario.
Los tiempos, sin embargo, están cambiando y, por debajo, de los atavismos disfrazados de tradición, lo que hasta hace poco eran susurros por un mundo sin violencia contra los seres vivos, y sobre todo contra los animales, se va transformando en gritos. Esa violencia resume in nuce lo peor del ser humano; eso que – sin ninguna duda – estamos obligados a sacar de nosotros mismos. Iniciativas como la sección El Caballo de Nietzsche, de elDiario.es o la plataforma Pienso, luego actúo de El País, son una muestra fehaciente de que el público informado empieza a necesitar inputs reales de que las cosas están cambiando. La lluvia fina del compromiso con los animales y con el planeta está empezando a permearlo todo. Tal vez sea esa una de las pocas esperanzas de verdad, en estos tiempos tan difíciles.