Los ojos del alma

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El gran Carpaccio dio forma de perrrito al alma de San Agustín

Por la ventana del estudio de San Agustín, transfigurado en humanista del Renacimiento por Carpaccio (1460-1525), entra un rayo de luz, casi imperceptible, que le hace al santo dejar un momento de escribir, al intuir que algo ha pasado.

Un rayo divino trae hasta él la noticia de la muerte de su amigo San Jerónimo. Antes de que él sea del todo consciente, su alma, “que conoce el lenguaje de las cosas mudas” percibe de un modo inefable la desgracia que la luz inspira. En “La Visión de San Agustín” de Carpaccio, el alma del obispo de Hipona es un bichón maltés, en actitud quieta y atenta, que clava la mirada en lo que ni siquiera el espectador puede observar.