La perrita más célebre de la literatura rusa
Si bien nació en una familia de terratenientes rusos, Ivan Turgueniev (1818-1883), siempre manifestó su oposición al sistema de servidumbre que dominaba en Rusia durante el siglo XIX y abogó en todo momento por la emancipación de los siervos, influenciado, sin duda, por sus experiencias en Europa y su visión progresista. Es más, con su obra Memorias de un cazador (1852) generó tal nivel de sensibilización respecto a las durísimas condiciones de vida de los campesinos, que hasta acabó influyendo en el zar Alejandro II para liberar a los siervos en 1861. Toda su literatura está traspasada por ese compromiso. No obstante, en uno de sus relatos cortos, el delicioso, conmovedor y terrible Mumú (1854) la reivindicación social se une a la denuncia del maltrato animal.
En una calle periférica de Moscú, una viuda vive en soledad, asistida por numerosos sirvientes. Entre ellos destaca Guerásim, un portero sordomudo de fuerza hercúlea, traído a su pesar desde su aldea natal. Aunque al principio se siente desorientado en la ciudad, Guerásim se adapta a su nueva vida. Después de toda suerte de sinsabores sentimentales, alimentados por la maldad de sus iguales y por los caprichos de su ama, Guerásim encuentra un cachorro, una perrita, a la que llamará Mumú y cuidará con devoción, hasta que, una vez más, los dictados antojadizos de su ama le pongan a él y a su perrita en una situación desesperada.
La hondura psicológica con la que el autor ruso trata, en el mismo cuadro, la discapacidad en el ser humano y la fragilidad en los animales alcanza en este relato una de las cumbres de la literatura universal. Un verdadero clásico. Muy recomendable.