La nueva genialidad de una leyenda viva llamada George Booth
La portada de The New Yorker, de 24 de enero de 2022, es una obra maestra de George Booth… Otra más. En ella, el tiempo pasa lento en un gran reloj de mesilla, mientras un simpático perro descansa sentado mirando en dirección contraria. Tan sólo las manecillas del reloj nos permiten adivinar el paso de los minutos. De pronto, el perro vuelve la cabeza hacia el reloj con ademán de mirar la hora, para finalmente, tornar a su posición inicial, mientras un movimiento alegre de su cola parece denotar un cambio positivo en su estado de ánimo.
¿Qué le hace al perro volver la cabeza hacia al reloj? ¿Qué le ha alegrado tanto? ¿Qué pretende reflejar el autor en esta portada?
Para George Booth, humanos y perros compartimos expresiones, gestos, movimientos. No se trata sólo de que nos hablemos y nos ladremos de un modo o de otro, sino que nos reflejamos los unos en los otros y representamos recíprocamente nuestras actitudes de un modo más o menos consciente. El perro de la portada de The New Yorker se ha contagiado de nuestra frenética ansiedad y de nuestra prisa… aun sin tener ninguna necesidad de ellas. Por eso, cuando las vemos reflejadas de ese modo, percibimos lo ridículo de nuestro estrés constante y sentimos que, sin duda, en el futuro, habríamos de cambiar algunas cosas.
Esto es lo que nos cuenta la honda experiencia de un viñetista de noventa y cinco años; una experiencia que sólo una extraordinaria y valiente publicación como The New Yorker puede atreverse a llevar a su portada. Chapeau!