El célebre pintor Jan van Eyck decidió incluir un pequeño perro en su célebre retrato del matrimonio Arnolfini; algo nada casual
El célebre cuadro conocido como “El matrimonio Arnolfini”, una de las joyas del arte universal, obra del pintor flamenco del siglo XV, Jan van Eyck, se construyó como un catálogo visual de las obligaciones que implicaba el matrimonio; en este caso, el de un rico banquero italiano establecido en Brujas y su esposa. La mortal seriedad del cuadro – muy particularmente la de los dos protagonistas – aparece sólo perturbada por la presencia de un risueño perrito que se sitúa en primer plano, que llama la atención ante todo por el asombroso virtuosismo técnico de la ejecución de su pelo. No obstante, su presencia no es casual.
Los perros son los símbolos de la fidelidad absoluta y del amor terrenal en grado sumo. Tales atributos obligan, sin embargo, de un modo muy particular a las mujeres. En la época, por ejemplo, era frecuente que, en las tumbas nobles, se situase a los pies del esposo un león – símbolo de la fuerza y el valor – y a los de la mujer, un perro por cuanto era de ella de quien se esperaba la fidelidad conyugal. Nos suena.