Perros en Dalí (II)

Recuerdos y subconsciente

Una solitaria niña de seis años flota sobre un arenal infinito, mientras con una mano levanta la piel del mar para observar bajo la misma. Adormentado en la sombra que proyecta el rígido agua, un perro parece soñar. No se trata de un sueño surrealista, sino más bien del sueño de un recuerdo de un Surrealista.

            Contaba cinco años el pequeño Dalí (1904-1989), cuando fue llevado por sus padres a ver la tumba de su hermano fallecido. De él había heredado su nombre, Salvador, así como el peso de una idea: la de ser su reencarnación. «Nos parecíamos como dos gotas de agua, pero dábamos un reflejo diferente»[i], afirmaba el artista en sus memorias. En la búsqueda de esa diferencia, y con el miedo latente de usurpar una identidad que no le correspondía, Dalí quiso ser niña. Esa misma que retrata en la playa y que, recordando a su hermana pequeña Anna María, sirve para plasmar ese juego de dualidades que impregna toda la obra del catalán. Un juego representado en esta pintura por la caracola que la infante lleva consigo, símbolo del ciclo de vida y muerte al combinar la dureza de su caparazón con lo blando de su interior. Ese interior, como el de un cerebro dentro de un cráneo, que busca y es búsqueda, removiendo los recuerdos con la misma curiosidad con que la niña-Dalí sondea el inerte mar. Entonces, escondido como una reminiscencia del pasado, aparece el perro. De espaldas y con los ojos cerrados, el cánido sueña un futuro representado por un cielo azul donde nace (o muere) una luz, y que contrasta con un pasado nublado sobre la cabeza-caracola de la niña-Dalí. Un perro que, en definitiva, es alegoría del devenir de la misma vida y que alberga la calma para esa desazón identitaria del propio Salvador.

Según Nietzsche, «la memoria aprisiona al individuo atándolo al pasado», siendo el olvido la única forma de poder continuar viviendo. Entendía el alemán que esta, la vida, suponía una continua descarga de algo que quería morir en nosotros. El perro de “Yo mismo a la edad de seis años…”[ii] es justamente su opuesto: es (re) construcción de uno mismo a partir del recuerdo que quiere vivir.


[i] De la autobiografía “Dalí, Vida secreta de Salvador Dalí” (1993)

[ii] Título completo: “Yo mismo a la edad de seis años, cuando creía ser una niña, levantando con suma precaución la piel del mar para observar a un perro durmiendo a la sombra del agua” (1940)

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