Una perra en medio de la guerra
Fue, al parecer, Pablo Neruda quien se encontró herida a esta perra que vagabundeaba por las calles de Madrid, envueltas en la niebla. Ante la dificultad de quedarse con ella, su amigo Rafael Alberti la adoptó y pasó con ella toda la guerra, hasta que un aciago día de retirada, ante el avance de las tropas de Franco, la perra, desorientada, se le extravió. El poeta mantendría su recuerdo de por vida, como podrá verse en su obra poética y prosística. Aquí recogemos el que es tal vez el poema más conocido a su querida Niebla.
A Niebla, Mi Perra
«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,
el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,
los largos resplandores que por el monte dejas,
al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.
Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados,
que de improviso surgen de las rotas neblinas,
arrastrar en sus tímidos pasos desorientados
todo el terror reciente de su casa en ruinas.
A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,
que transportan la muerte en un cajón desnudo;
de ese niño que observa lo mismo que un festejo
la batalla en el aire, que asesinarle pudo;
a pesar del mejor compañero perdido,
de mi más que tristísima familia que no entiende
lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,
y a pesar del amigo que deserta y nos vende;
«Niebla», mi camarada,
aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,
en medio de esta heroica pena bombardeada,
la fe, que es alegría, alegría, alegría.
(Capital de la Gloria,1938)