Una isla llamada Gloria
Si trasladásemos los criterios actuales a la España que vivieron las generaciones del paso a la Democracia, encontraríamos una serie variopinta de influencers, que, sin duda, marcaron tendencia – a través de la televisión – y, para bien o para mal, configuraron los criterios y las opiniones de aquellos que de uno u otro modo han dirigido y aún dirigen los gobiernos, los medios de comunicación, las empresas y buena parte de los mecanismos que mueven el país. Félix Rodríguez de la Fuente, en cuestiones medioambientales; Ramón Sánchez Ocaña, en cuestiones de salud; Joaquín Soler Serrano, en literatura; José Luis Balbín, en política; Alfonso Sánchez, en cine… y tantos y tantos otros. Lo primero que llama la atención es que pese a la magnífica colección de talento que aglutinaban aquellos profesionales, el mundo de los influencers de los setenta y principios de los ochenta era abrumadoramente masculino, algo que dejaría una inevitable huella en las contradicciones de quienes recibieron su influencia.
No obstante, en medio de aquel contexto comunicativo lleno de inspiración, pero también de un invariable sesgo patriarcal y heterosexual, habitó una voz tan rotunda como sensible, tan amable como inteligente, capaz de aglutinar en un mismo espacio a la poesía, a las niñas y niños, a las mujeres, a la diversidad sexual y, cómo no, a los animales – en particular, a gatos y a perros –, saltando con sus descacharrantes rimas los corsés de una sociedad a la que aún le faltaba mucho por aprender y mucho por sentir.
Vaya desde C&D Tank nuestro homenaje a la dueña de esa voz: la inmortal Gloria Fuertes.