Amazonia de Sebastiao Salgado
Resulta interesante y estremecedor al mismo tiempo, ver el documental “La Sal de la Tierra”, que refleja un recorrido vital por la trayectoria del fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, asistir al conmovedor relato de su experiencia de la realidad social y del sufrimiento atroz en hambrunas y guerras olvidadas, que le llevó a dejar de creer en el ser humano y a buscar refugio en la naturaleza. De esa estremecedora catarsis, nació no sólo la nueva fotografía del autor, con series tan alucinantes como “Génesis”, que vuelve la mirada al origen del mundo, particularmente inscrito en la existencia animal, sino también un proyecto como el del Instituto Terra, de reforestación y recuperación de la mata atlántica, en Brasil, de la mano de su mujer Lélia Wanick. Ese Salgado de la actualidad puede visitarse en la imponente exposición titulada “Amazonia”, en el Teatro Fernán Gómez, en el Centro Cultural de la Villa, de Madrid, hasta el 14 de enero de 2024, a través de una formidable exposición, en la que un verdadero bosque de paneles con fotografías en gran formato proyectadas de paisajes de las masas de árboles, de aguas, de montañas y de nubes, se combina con otras, convencionales, de menor tamaño, que reflejan a las gentes que habitan ese milagro natural. Los paisajes deshumanizados son verdaderas muestras de virtuosismo compositivo, fantasías abstractas que nos brinda la naturaleza, donde el blanco y negro del fotógrafo se dispara en un juego infinito de texturas y de volúmenes, que no escatiman guiños a toda la historia de la fotografía. Los formatos menores empleados en las personas reflejan por sí solos la proporción humana ante esas masas boscosas. Sin embargo, la diversidad de los diferentes pueblos y sus manifestaciones cotidianas y la belleza de sus individuos apela a otra grandeza: se trata de una descripción de la belleza original de los seres humanos que caminan por una senda diferente del enloquecido progreso. La poesía empleada en la representación de estos pueblos, utilizando a menudo fondos planos, que quieren reflejar la idea del origen a través de un lenguaje fotográfico también original, que en ocasiones recuerda al propio Pictorialismo, provoca en el espectador una inusitada emoción. La exposición se completa con una serie complementaria de vídeos y con el acompañamiento musical compuesto por Jean-Michel Jarre, que más allá de servir de musique d’ameublement, colabora de forma inestimable en la comprensión del conjunto y predispone extraordinariamente a los espectadores a la concentración.
No puede decirse que los animales abunden en la exposición. En ocasiones, además, como en el caso de tapires y monos, aparecen en un aspecto lastimoso tras ser cazados por algunos miembros de las comunidades indígenas que aparecen. Sin embargo, allí encontramos también al perro que estábamos buscando. “En el camino de regreso de las labores agrícolas a la aldea marubo de Maronal, una familia pasa junto a las raíces de un gran árbol sumaúma (Ceiba pentandra). Tierra Indígena de Marubo del Valle del Tavarí. Estado de Amazonas, 2018”. No nos cabía ninguna duda de que en el paraíso nuestra especie siempre tuvo un perro al que acariciar.