«La compasión es el resultado de una lucidez interior, de que ya no hay una diferencia entre las angustias de todos los seres vivos»
«Ahora que te tengo delante, tus pequeños ojos fijando su atención en los míos, me gustaría contarte una cosa. Si la intuición y el entendimiento de lo que he observado durante los últimos años no me falla, creo que no soy el único que tiene voluntad de vivir. Ambos queremos evitar la muerte, el dolor y la enfermedad, devoramos porque no queremos ser devorados, y llevamos dentro la necesidad biológica de reproducirnos. Esa fuerza interna primigenia, la voluntad, debe ser la base de una nueva metafísica que nos atañe a todos, porque todos participamos de ella».
«¿Sabes por qué los de tu especie son tan egoístas? Tranquilo, no es nada personal; de sobra sabes que me encanta convivir contigo. Además, la cuestión del egoísmo es universal, porque todos los animales estamos inmersos en ese velo donde sufrimiento y placer se entremezclan sin fronteras definidas. ¿O me vas a negar que no queremos todo para nosotros? De hecho, es esa misma competitividad la que nos conduce por un camino de dolor infinito que experimentamos sin remedio».
«Ese dolor es una verdad universal, una realidad que ambos vivimos y compartimos. Hacernos cargo de que tú dolor también es el mío puede ser, no obstante, el principio del cambio. Comprender el dolor ajeno nos moverá hacia la empatía y la compasión, única fuente moral que ha de guiar nuestros actos».
«Sé que para ti, quizás, esto será difícil de entender; pero el verdadero derecho, el natural, no es el legal, sino el metafísico. Ahora bien, ese derecho positivo, el que se decide en Asambleas y Tribunales, el que sirve para que cada uno se proteja del otro, debería estar de acuerdo con la moral».
«Es por ello, amigo Arthur, que te insto a escribir sobre la necesidad de una legislación disuasoria y represora que abogue por la defensa de nosotros, el resto de los animales, para así sentirnos protegidos de la maldad que vosotros, los humanos, soléis ejercer en calidad de vuestra supuesta superioridad. Y te repito, no es nada personal, sino moral. De sobra sabes que me encanta convivir contigo».