El Álbum Blanco de The Beatles encierra en su interior un canto de amor de Paul McCartney a su Bobtail.
Todavía hay quienes vivieron el tiempo de los dinosaurios y se toparon un buen día con una rareza entre las rarezas de los discos de The Beatles: el conocido como Álbum Blanco. Su carpeta doble, plastificada, que con el tiempo iba tomando la textura de álbum de fotos, tendente a lo amarillento, sus letras “THE BEATLES” en relieve, en la portada, apenas perceptibles, y sus cuatro fotos de gran tamaño, con los cuatro miembros del grupo, respectivamente, que adornaron seguramente las paredes de muchas habitaciones de los años 70, constituyeron un acontecimiento en sí mismo… por supuesto, dentro de aquel desaparecido mundo analógico.
Todavía hay quienes recuerdan como después de la pulsión frenética de la primera cara del primer vinilo, con Back in the USSR, Glass Onion, Ob-la-di, Bungalow Bill, etc., la segunda cara era algo así como llegar a un océano de calma, sólo alterado brevemente por el desenfadado Don’t Pass Me By y por el indescifrable blues Why Don’t We Do It in the Road?. Esa segunda cara comenzaba por una bellísima canción que comenzaba acompañada por una especie de estudio para piano, delicioso, que – como en tantas ocasiones en ese álbum – desconcertaba por su pulcro acento clásico, más tarde acompañado por vientos y por metales, que te ayudaban a volver al universo Beatle, desde ese nuevo planeta desconocido.
Aunque figure como canción del grupo, en realidad, este tema empezó y acabó en Paul McCartney. Él fue el cantante y el encargado de tocar acompañado por músicos de sesión entre los que no estaba ninguno de sus compañeros de cuarteto. Él fue el autor de la letra y suya, por tanto, es la leyenda de la misma.
Marta, querida mía,
Aunque me pase los días de conversación,
No me olvides.
Con el apremio de una carta de amor, muchos creyeron ver en la canción un mensaje a su antiguo amor Jane Asher, pero lo cierto es que el mensaje de amor se dirigía a eMartha, una preciosa Bobtail que había entrado en su vida en 1965, poco después de comprar su casa en Cavendish Avenue, Londres. En una entrevista, McCartney describió cómo su compañero John Lennon se sorprendió por lo mucho que amaba que la amaba.